Las zoonosis, infecciones humanas de origen animal, suponen la mayoría de las enfermedades emergentes de los últimos 70 años y generan al menos mil millones de casos de enfermedades cada año. A veces tendemos a pensar que los bosques tropicales y las selvas inexpugnables son reservas peligrosas de estos patógenos, y tendemos a verlos como lugares muy comprometidos para el ser humano. Es cierto que contienen muchas especies, no en vano son reservorios de biodiversidad, una biodiversidad de la que nos aprovechamos para materias primas, fármacos y multitud de principios activos. Pero es justo en esos lugares donde encontramos … ¡¡¡la defensa contra las pandemias!!! Así que la preocupación… ¡es justo al revés!, nos debe preocupar la pobreza no la riqueza de especies ya que es la disminución de especies lo que pone en riesgo nuestra salud.
Un reciente estudio de Johnson y colaboradores en los Proceedings of the Royal Society demuestra que el número de virus capaces de infectarnos a los humanos que están presentes en especies de mamíferos aumenta con la abundancia de la especie de mamífero de la que se trate. Es decir, aquellas especies comunes, que se han adaptado a ecosistemas alterados por los humanos son en realidad las más peligrosas, las que mas virus que nos pueden infectar contienen. Con la degradación de los ecosistemas y la pérdida de especies nos quedamos con las especies más peligrosas. Desaparecen primero las especies que tienen menos riesgo de infección a humanos.
Se vio con la enfermedad del Nilo y la diversidad de aves. Se vio con el virus del Hanta y los roedores, y, especialmente, con la enfermedad de Lyme en la costa este de América del Norte: en este caso, la desaparición de las zarigüeyas y la expansión de los ratones favoreció el contagio e infección de humanos. El trabajo reciente de Jonhson y colaboradores concluye que, en general, el declive de las poblaciones de animales salvajes conlleva un incremento del riesgo de transmisión de virus animales a los humanos.
La biodiversidad nos protege de muchos de estos virus y en general atenúa los posibles impactos, minimizando los riesgos de infección a humanos y sobre todo de que se dispare una pandemia. Multitud de estudios lo avalan… pero… ¿Cómo ocurre exactamente?
Existen tres mecanismos de protección, uno de control de las poblaciones infectadas y dos de cortafuegos del contagio.
Control poblacional. La biodiversidad establece relaciones de control en la abundancia de las poblaciones de unas y otras especies. La presencia de muchas especies atenúa posibles explosiones demográficas de las especies que actúan de huéspedes de los patógenos. Por ejemplo, los predadores regulan las poblaciones de sus presas, la cantidad de presas regula la cantidad de predadores, los parásitos regulan las poblaciones de predadores y presas, las especies que compiten entre sí o que se necesitan mutuamente regulan sus densidades y son reguladas en ecosistemas ricos en especies.
Por dilución. La biodiversidad de especies hace que los virus (o patógenos en general) se alojen en huéspedes intermedios no adecuados para su propagación, quedando el virus frenado en esa especie intermedia y la carga vírica global diluida
Por amortiguación. Es similar a la dilución pero a nivel intraespecífico. Se debe a la biodiversidad dentro de una especie y no entre especies. La diversidad genética de una misma especie que actúa como hospedador del virus o del patógeno favorece el desarrollo de resistencia, ya que ciertos individuos no sufren la enfermedad y son capaces de bloquear al virus. Lo estamos viendo en nosotros mismos, con grandes diferencias entre personas, unas que apenas sufren la enfermedad otras que enferman gravemente, algunas que son grandes propagadoras siendo asintomáticas y toda una variedad de respuestas al virus. Esta diversidad de respuestas favorecida por la diversidad genética, aumenta las posibilidades de generar resistencia, reduce significativamente la transmisión y el contagio, y reduce, al igual que la dilución, la carga vírica global y el riesgo de pandemia. Poblaciones genéticamente empobrecidas son por tanto vulnerables a los patógenos y suponen un riesgo de transmisión a humanos.
Del coronavirus que genera la COVID-19 sabemos que se originó en el murciélago, pero no se ha visto ni se espera la infección directa desde este animal, ya que apenas hay contactos humanos con murciélagos y la ruta epidemiológica murciélago-humanos se ha descartado en todos los virus anteriores. Sabemos que pasa a otros animales, aunque no sabemos a cuantos tipos de animales distintos puede afectar. Se encontró por ejemplo en un tigre de un zoológico de Nueva York, además de en los famosos pangolines. Estudios moleculares y filogenéticos están viendo qué grupos animales pueden actuar como hospedadores intermediarios del virus. Se ha visto que varias especies de mamíferos y aves tienen los receptores adecuados para el virus por lo que es importante interrumpir la cadena de contagios entre especies.
Una medida directa para interrumpir la cadena de contagios tanto entre especies animales como entre estas y los humanos es revisar, regular o incluso prohibir los llamados “mercados húmedos”. En estos mercados multitud de especies de animales se mantienen vivos y en condiciones sanitarias deficientes hasta el momento de ser vendidos o consumidos. Una razón adicional para eliminar o cambiar profundamente estos mercados es que, en estos lugares, así como en todas las etapas de captura, manipulación y transporte, los animales sufren un estrés intenso y prolongado. Como resultado de este estrés, su sistema inmune se deprime, del mismo modo que nos ocurre a nosotros mismos. Y al igual que nos pasa con el virus del herpes labial o el de la varicela-herpes zoster, con el estrés y la inmunodepresión, sube la carga vírica. Podemos sufrir o no la enfermedad, pero nos convertimos en organismos muy infecciosos. Esto se ve amplificado por el del tráfico ilegal de especies, donde las condiciones en las que se mantienen los animales son aún peores.
Romper la cadena de contagio y reducir el estrés de los animales que eventualmente convivirán en un mercado o en una instalación ganadera son actuaciones clave para prevenir zoonosis que puedan convertirse en pandemias. Pero mantener ecosistemas funcionales y ricos en especies es la actuación más importante. En estos ecosistemas se producen muchas interacciones entre animales con cargas víricas bajas o moderadas, la carga vírica se diluye, se vuelve poco probable que el virus salte a hospedadores favorables y lo haga en cantidades suficientes para generar la infección. Además, en estos ecosistemas existen predadores que pueden eliminar a los individuos más débiles, los que están experimentando la enfermedad, y favorecen por tanto a los más robustos cuyo sistema inmune deja poco margen de proliferación al virus. De esta forma, el virus se mantiene en cantidades bajas y queda controlado por la dinámica de varias especies, por las interacciones y los contactos entre distintos individuos y especies de animales y plantas en una comunidad. Así es como la biodiversidad nos mantiene protegidos, asegurando un bajo riesgo de infección.
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( votes)Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
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