Estás aqui -> Inicio » La salud de la humanidad » Revertir el cambio climático

No tenemos dinero para hacer frente a los impactos
que el cambio climático ya está causando

Mitigar el cambio climático es crucial. Los daños económicos del cambio climático en 2022 arrojan la astronómica cifra de 168.100 millones de euros. Pero la realidad de esa cifra es mucho mayor y de lo que podemos estar seguros es de que no la podemos pagar. Es mayor porque los datos vienen de las aseguradoras, no todo se asegura y, especialmente en el sur global, hay poco dinero para asegurar nada así que ahí hay daños que no se computan. Los daños humanos tampoco se computan.
Hay 10 eventos empujados por el cambio climático en 2022 que fueron especialmente costosos. Un análisis de los daños más importantes causados por el cambio climático en 2022 reveló que las inundaciones que sumergieron partes de Pakistán en junio desplazaron a 7 millones de personas y causaron daños estimados en más de 30.000 millones de dólares, de los que sólo 5.600 millones estaban cubiertos por seguros; el huracán Ian, que azotó Estados Unidos y Cuba en septiembre, costó 100.000 millones de dólares; la ola de calor y la sequía que asolaron el Reino Unido y Europa en verano causaron pérdidas por valor de 20.000 millones de dólares. El clima extremo derivado de las emisiones de gases de efecto invernadero y el correspondiente calentamiento global genera grandes impactos en lugares que no cuentan con recursos para hacerles frente y que poco han contribuido a provocar la crisis climática.

«No tenemos dinero para hacer frente a los impactos que el cambio climático ya está causando».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Cumplir el Acuerdo de París evitaría
perder millones de horas de trabajo

Por si alguien duda de las ventajas de ajustarnos al Acuerdo de Paris, además de las muertes que se evitarían están los millones de horas de trabajo que no se perderían. Los cálculos realizados para una descarbonización de la economía que permitiera mantenerse en el objetivo de 1,5 °C de calentamiento del Acuerdo de París, se alcanzaría un ahorro de 77 millones de horas de trabajo, horas que no se perderían y que suponen no perder unos 2.500 millones de dólares anuales en la década de 2050, solo en EE.UU.

El trabajo que se quedaría sin hacer por el calor excesivo si pasamos a un escenario de calentamiento por encima de los 2 °C, representaría una pérdida anual de productividad laboral de aproximadamente el 2% del PIB. Esto representa una pérdida económica adicional a la derivada de los impactos directos del cambio climático de unos 4.400 G$ cada año (es decir, 0,59 $/tCO2). El impacto será generalmente mayor en los países de renta más baja y en general superan muchas de las inversiones previstas para mitigar el cambio climático.

«Cumplir el Acuerdo de París evitaría perder millones de horas de trabajo».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Transgredir umbrales de calentamiento, aún temporalmente, dispara impactos por efecto dominó

No es lo mismo saltarse los valores del Acuerdo de Paris por unas pocas décimas que por algún grado ni hacerlo durante unos pocos meses o durante toda una década. El estudio de Wunderling y colaboradores (Nature Climate Change 2022) muestra que los riesgos climáticos por efecto dominó disparados por la fusión de los glaciares de Groenlandia y el colapso del bosque amazónico crecen rápidamente con apenas unas décimas y un breve tiempo fuera de los limites térmicos de seguridad.
Las políticas y acciones actuales hacen muy probable que se superen, al menos temporalmente, los objetivos climáticos de París de 1,5-2,0 °C por encima de los niveles preindustriales. Si se supera este intervalo de calentamiento global, los umbrales o elementos de inflexión, como la capa de hielo de Groenlandia y la selva amazónica, pueden correr un riesgo cada vez mayor de cruzar niveles críticos. El modelo revela que los rebasamientos temporales pueden aumentar los riesgos de vuelco climático hasta un 72% en comparación con los escenarios sin rebasamiento, incluso aunque la temperatura de equilibrio a largo plazo se estabilice dentro del rango de París.
Los resultados indican que sólo es posible evitar los riesgos climáticos extremos en el caso de rebasamientos que sean de baja temperatura (no muy alejados de los niveles térmicos de seguridad) y que ocurran con temperaturas estabilizadas en los niveles actuales de calentamiento global o por debajo de ellos.

«Transgredir umbrales de calentamiento, aún temporalmente, dispara impactos por efecto dominó».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

La naturaleza es incapaz de compensar nuestros pecados de emisión

El discurso actual sobre el clima y la biodiversidad contiene muchas afirmaciones de que la naturaleza, las soluciones basadas en la naturaleza (NbS) o las soluciones climática basadas en la naturaleza (NCS) pueden cumplir una fracción importante del objetivo mundial de mitigación planteado en el Acuerdo de París. La fracción exacta de las emisiones que pueden ser mitigadas por la naturaleza varía según la fuente. Se pueden encontrar referencias al 30%, alrededor de un tercio y más de un tercio. Es una fracción importante. Imprescindible. Pero insuficiente. La reducción de emisiones sigue siendo la principal acción de mitigación del cambio climático. La contribución de la naturaleza a la hora de reducir el CO2 atmosférico no puede usarse para justificar la inacción climática.
Para muchos, el concepto de cero neto es peligroso. Cero neto es la situación que se pretende alcanzar en 2050 en la cual lo que se emita se cancelará con lo que se absorbe. Dado que las tecnologías de absorción o captación de CO2 no están disponibles a gran escala, toda la absorción la realizan los sistemas naturales. Pensar que reforestando y mejorando las tecnologías de captación artificial de CO2 podamos alcanzar ese objetivo de cero neto en 2050 no solo es muy poco realista sino que es peligroso porque aleja el foco en lo importante: reducir emisiones.

«La naturaleza es incapaz de compensar nuestros pecados de emisión».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

El carbono que nunca podríamos recuperar

Hay zonas cruciales para el futuro de la humanidad. Su protección debe ser una prioridad global porque contienen un carbono retenido en los ecosistemas que nunca podríamos quitar de la atmósfera si cometemos la torpeza de degradarlos.

«El carbono que nunca podríamos recuperar».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Es clave mantener a buen recaudo el carbono irrecuperable si queremos seguridad climática

Evitar un cambio climático catastrófico requiere una rápida descarbonización de la economía y mejorar la gestión de los ecosistemas. Para lograr esto último, los ecosistemas deben priorizarse en función de su capacidad de respuesta a acciones directas y localizadas y de la magnitud y recuperabilidad de sus reservas de carbono. Goldstein y colaboradores (2020) demostraron que una serie de ecosistemas contienen un «carbono irrecuperable» que es vulnerable a la liberación tras la conversión del uso de la tierra y que, una vez perdido, no es recuperable en escalas de tiempo relevantes para evitar impactos climáticos peligrosos. A escala mundial, los ecosistemas más afectados por las decisiones humanas sobre el uso de la tierra contienen al menos 260 Gt de carbono irrecuperable, con densidades especialmente elevadas en turberas, manglares, bosques antiguos y marismas. Para alcanzar los objetivos climáticos, debemos salvaguardar estas reservas irrecuperables de carbono mediante un conjunto ampliado de estrategias políticas y financieras.

El carbono liberado por la quema de combustibles fósiles tardaría milenios en volver a la Tierra. Aunque el plazo de recuperación del carbono para ecosistemas como las turberas, los manglares y los bosques antiguos es más corto (siglos), este plazo sigue superando el tiempo que nos queda para evitar los peores impactos del calentamiento global. Hay algunos lugares naturales que no podemos permitirnos perder debido a sus reservas insustituibles de carbono. Si se pierden estas reservas no podrían recuperarse a tiempo para alcanzar las emisiones netas cero para evitar los peores impactos climáticos. Desde 2010, la agricultura, la tala y los incendios forestales han provocado emisiones de al menos 4,0 Gt de carbono irrecuperable. Las más de 140 Gt de carbono irrecuperable que quedan en el mundo se enfrentan a riesgos derivados de la conversión del uso de la tierra y del cambio climático. Estos riesgos pueden reducirse mediante una protección proactiva y una gestión adaptativa. En la actualidad, el 23,0% del carbono irrecuperable se encuentra en zonas protegidas y el 33,6% está gestionado por pueblos indígenas y comunidades locales. La mitad del carbono irrecuperable de la Tierra se concentra en sólo el 3,3% de sus tierras, lo que pone de relieve las oportunidades de realizar esfuerzos específicos para aumentar la seguridad climática mundial.

«Es clave mantener a buen recaudo el carbono irrecuperable si queremos seguridad climática».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Conservar las ballenas impulsa el sumidero de carbono marino

Conservar los almacenes terrestres y marinos de carbono y los ecosistemas que actúan de sumidero, es decir, de lugares donde se almacena más de lo que se emite, es clave para que no se acumule en la atmósfera demasiado CO2, el principal gas de efecto invernadero. Los seres humanos han tenido un impacto sustancial en el ecosistema marino y en sus sumideros de carbono. A nadie se le escapa el impacto humano en la abundancia, biomasa y estructura de tamaños de las poblaciones de peces y ballenas. Sin embargo, debido a su escasa abundancia en comparación con el plancton, los vertebrados marinos no se incluyen en los modelos de biogeoquímica marina. A pesar de ser una pequeña parte del balance total de carbono del océano, los vertebrados marinos son importantes ya que contribuyen al movimiento y almacenamiento de carbono orgánico e inorgánico.

Las ballenas actúan como «bombas biológicas» que hacen circular los nutrientes desde las profundidades del océano hasta su superficie a través de sus comportamientos de alimentación y excreción. Los experimentos del Centro de Reparación del Clima (CCRC) de la Universidad de Cambridge están explorando el potencial de regeneración de la biomasa oceánica como forma de almacenar más carbono, algo en lo que las ballenas juegan un gran papel. La biomasa oceánica se refiere a las comunidades de plantas, peces y mamíferos que prosperan cerca de la superficie, pero que envían sus caparazones, huesos y vegetación en descomposición de forma permanente a las profundidades del océano, bloqueando enormes cantidades de carbono en el lecho marino. El aumento de estas comunidades podría reforzar la biodiversidad y las poblaciones de peces y ofrecer nuevas oportunidades de ingresos a las comunidades marginadas de todo el mundo, además de capturar miles de millones de toneladas de CO2 de la atmósfera. Aunque las ballenas sólo representan una pequeña parte de la biomasa total del océano, su sobrecaza ha disminuido la capacidad del océano para almacenar y secuestrar carbono.

«Conservar las ballenas impulsa el sumidero de carbono marino».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

El fin de los combustibles fósiles debe comenzar hoy, sin esperar más cumbres del clima ni acuerdos tibios

Para no rebasar un calentamiento de 1,5 °C, el mundo debe detener inmediatamente la explotación de petróleo y gas y pasar rápidamente a las energías renovables. Esa es una de las conclusiones de un informe multipartidista de la Cámara de los Comunes del Reino Unido. El informe se basa en resultados científicos y en el asesor experto Jim Watson. La Agencia Internacional de la Energía (AIE), el organismo intergubernamental creado para garantizar la seguridad energética mundial, también apoya la necesidad de detener la concesión de nuevas licencias de explotación de petróleo y gas para no rebasar los 1,5 °C.

Sin embargo, sólo un puñado de países y regiones se han comprometido formalmente a no conceder más licencias de este tipo en el marco de la Beyond Oil and Gas Alliance. Pero los principales países productores de petróleo y gas (OPEP), prevé que la demanda mundial de petróleo aumente de 97 millones de barriles diarios en 2021 a 110 millones de barriles en 2045, debido principalmente al aumento de las necesidades energéticas de los países de renta baja y media. Las cumbres del clima (COP) han creado impulso y presión para una acción coordinada, pero la influencia de los intereses del petróleo y el gas siguen limitando su ambición. Los grupos de presión de las industrias de combustibles fósiles superaron en número a casi todas las delegaciones nacionales en la COP27. Por eso es necesario que más países se comprometan a poner fin al desarrollo de nuevos yacimientos de petróleo y gas, ya sea de forma independiente o colectiva, a través de asociaciones como la Alianza Más Allá del Petróleo y el Gas.

Está claro que las estrategias para la descarbonización están listas o en camino de estarlo. No puede decirse lo mismo de su aplicación. Los investigadores, los activistas, la industria y, sobre todo, los responsables de la toma de decisiones deben averiguar qué medidas políticas son necesarias, y cuáles funcionarán, para desbloquear el futuro que todos queremos ver.

«El fin de los combustibles fósiles debe comenzar hoy, sin esperar más cumbres del clima ni acuerdos tibios».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Decrecer producción y consumo es la vía más eficiente y segura para mitigar el cambio climático

Los escenarios seguros de calentamiento (que no rebasen 1,5 °C desde la era preindustrial) presentados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se basan en combinaciones de emisiones negativas controvertidas y cambios tecnológicos sin precedentes. Asumen un crecimiento continuado del producto interior bruto (PIB). Hasta ahora, la comunidad de modelos de evaluación integrada y el IPCC no han tenido en cuenta los escenarios de decrecimiento, en los que la producción económica disminuye debido a las estrictas medidas de mitigación del cambio climático. De ahí que siga sin explorarse su potencial para evitar la dependencia de las emisiones negativas y las tasas especulativas de cambio tecnológico.

El estudio de Keysser y Lenzen (2021) constata que los escenarios de decrecimiento minimizan muchos riesgos clave para la viabilidad y la sostenibilidad en comparación con las vías actuales impulsadas por la tecnología. El decrecimiento económico permite una mitigación del cambio climático mucho más directa y clara que desvincular energía y PIB, eliminar a gran escala el CO2 atmosférico y transicionar a gran escala y a gran velocidad hacia las energías renovables. Sin embargo, siguen existiendo importantes retos en cuanto a la viabilidad política del decrecimiento.

«El fin de los combustibles fósiles debe comenzar hoy, sin esperar más cumbres del clima ni acuerdos tibios».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

La brecha de emisiones entre ricos y pobres crece lo cual impide cuadrar las cuentas planetarias

Abordar el consumo personal excesivo es algo que no está en la agenda del Gobierno ni de los responsables políticos. Esto es una mala noticia para el planeta y para nuestras perspectivas de llegar a cero neto. Por ello es clave hacer presión en momentos electorales y por eso Greenpeace y Oxfan impusieron en el debate electoral público el tema de los superricos en 2022 año de elecciones en Francia. Un estudio de Ambrose y Hallam (2022) mostró que las personas ricas dejan una huella de carbono desproporcionadamente grande y el porcentaje de las emisiones mundiales de las que son responsables va en aumento. En 2010, el 10% de los hogares más pudientes emitía el 34% del CO2 mundial, mientras que el 50% de la población mundial con ingresos más bajos sólo representaba el 15%. En 2015, el 10% más rico era responsable del 49% de las emisiones, frente al 7% producido por la mitad más pobre de la población mundial. Reducir la huella de carbono de los más ricos podría ser la forma más rápida de llegar a cero emisiones netas.

La mitad menos rica de la población británica representa menos del 20% de la demanda final, menos de lo que consume el 5% más rico. Aunque los hogares más ricos son más eficientes desde el punto de vista energético, son más grandes y suponen más espacio que calentar. Los ricos poseen y utilizan más artículos de lujo y accesorios intensivos en consumo energético, y viajan más. Para los consumidores más ricos es mucho más fácil absorber estos aumentos de los costes sin cambiar su comportamiento. En la mayoría de los países, antes de Covid-19, menos de la mitad de las personas declaraban volar al menos una vez al año, mientras que más de la mitad de las emisiones de la aviación de pasajeros estaban relacionadas con el 1% de las personas que volaban más a menudo. Los ricos están quedando en gran medida aislados del repunte de los costes energéticos. La desatención política a los grandes consumidores es una «oportunidad perdida» para abordar la desigualdad y las oportunidades de reducción de las emisiones de carbono.

«La brecha de emisiones entre ricos y pobres crece lo cual impide cuadrar las cuentas planetarias».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Incluso una desigualdad económica moderada requiere el doble de energía que una sociedad igualitaria

No es solo una cuestión ética. La desigualdad económica nos sale ambientalmente carísima. Millward-Hopkins (2022) ha calculado que en términos energéticos supone el doble de consumo que una sociedad igualitaria. El colapso ecológico y la desigualdad económica se encuentran entre los mayores retos globales contemporáneos, y ambas cuestiones están completamente entrelazadas, y lo han estado a lo largo de la historia de las distintas civilizaciones.

Sin embargo, la economía mundial sigue avanzando hacia la crisis ecológica y las desigualdades siguen siendo mucho mayores de lo que los ciudadanos consideran justo. Los costes energéticos de la desigualdad son mucho más significativos que los de la cantidad de población. Incluso los más moderados niveles de desigualdad que la ciudadanía considera aceptables aumentan la energía necesaria para proporcionar una vida digna universal en un 40%. En ese grado tolerado socialmente de desigualdad un 1% mundial superrico consume tanta energía como la que se necesitaría para proporcionar una vida digna a 1.700 millones de personas. Mitigar el cambio climático requiere cambios sociales profundos que reduzcan las desigualdades económicas.

«Incluso una desigualdad económica moderada requiere el doble de energía que una sociedad igualitaria».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Amazonía y petróleo en Ecuador: otro país solo y contra las cuerdas

En la selva amazónica de Yasuní (Ecuador), cerca de donde viven algunas de las últimas poblaciones indígenas del mundo en aislamiento voluntario, un equipo de trabajadores termina la construcción de una nueva plataforma petrolera. Ecuador es un país carente de fondos y asediado por deudas. El gobierno considera que la extracción de petróleo es la mejor solución a sus problemas. Es un ejemplo práctico de cómo las fuerzas financieras globales siguen arrinconando a los países en desarrollo para que exploten algunas de las regiones con mayor biodiversidad del mundo.

Extraer petróleo en esta zona de la selva amazónica no fue la primera opción de Ecuador. En 2007, Rafael Correa, el entonces presidente del país, propuso una alternativa novedosa que habría mantenido las reservas petroleras nacionales bajo tierra, en una parcela designada como Bloque 43. Este plan habría requerido que los países del mundo crearan un fondo de 3600 millones de dólares, la mitad del valor estimado de su petróleo, para compensar a Ecuador por preservar sus reservas intactas. Esto habría favorecido al medioambiente, la biodiversidad y los derechos de las comunidades indígenas y hubiera sido una victoria moral y un precedente: una pequeña nación en desarrollo habría sido remunerada por renunciar a un recurso que ayudó a que lugares como Estados Unidos y Europa fueran muy ricos. Sin embargo, tras las fanfarrias iniciales, solo llegaron contribuciones insignificantes: solo se recaudó unos 13 millones de dólares. “El mundo nos ha fallado”, le dijo Correa a la nación en agosto de 2013.

Ecuador retomó al destrozo ambiental para extraer hasta la última gota de petróleo. No es un caso aislado. La República Democrática del Congo ha comenzado a subastar bloques petrolíferos que incluyen zonas de selva tropical, turberas y partes de un santuario para gorilas de montaña. Ecuador ha exportado petróleo de su parte de la Amazonía durante medio siglo, desde que las empresas estadounidenses lo descubrieron y el producto interior bruto casi se duplicó, a un ritmo más veloz que en el resto de América Latina. Pero siempre que hay auges petrolíferos en Ecuador, la deuda pública se dispara. Los países pobres son presas fáciles de este tipo de trampas de endeudamiento por sus economías e infraestructuras poco robustas y por los préstamos con altas tasas de interés que se les dan al considerarles prestatarios de riesgo.

«Amazonía y petróleo en Ecuador: otro país solo y contra las cuerdas».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Buenos propósitos, algo de desaceleración, pero las emisiones no paran de crecer

Los últimos años han visto grandes progresos en relación a energías renovables, políticas y compromisos de gobiernos y corporaciones, pero las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo ocho años después de la firma del Acuerdo de Paris. El Global Carbon Project, calcula la cantidad de CO2 liberado por los humanos y cuánto se ha eliminado de la atmósfera debido a los sumideros de CO2 en los océanos y los ecosistemas terrestres. Con ello, se calcula el carbono que aún se puede emitir a la atmósfera antes de que el planeta supere el umbral de calentamiento global de 1,5 ºC. Para 2023, se proyecta que el mundo emitirá 40,6 mil millones de toneladas de CO2, dejando 380 mil millones de toneladas de CO2 como el presupuesto de carbono restante. Estos niveles son muy altos y desastrosos para el clima, llevando a un 50 % de posibilidades de que el planeta aumente su temperatura promedio global de 1,5 ºC en solo nueve años.

El crecimiento global de emisiones del 2022 fue de un 1 % (300 millones de toneladas): esto que parece poco equivale a poner 70 millones de automóviles más en el mundo durante un año. Aunque es al 0,5 % de crecimiento anual medio de la última década (2012-2021), es menor que el crecimiento anual promedio del 2,9 % durante la década de 2000 (que se debió en gran parte al rápido crecimiento económico de China): en términos relativos, el aumento global de las emisiones de CO2 fósil se está desacelerando. El uso del petróleo, la producción de cemento y la deforestación explican el aumento de emisiones. Por si fuera poco, el propio cambio climático ha hecho que los sumideros terrestres y oceánicos, ahora que los necesitamos más que nunca, sean un 17 % y un 4 %, respectivamente, más pequeños de lo que podrían haber crecido durante 2012-2021. Las medidas de reforestación y de transición energética no son, por el momento, en absoluto suficientes.

«Buenos propósitos, algo de desaceleración, pero las emisiones no paran de crecer».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Guerras políticas y financieras que nos dejan aferrados a los combustibles fósiles

La Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+), sobre todo Rusia, decidieron recientemente reducir la producción de petróleo en 2 millones de barriles al día para aumentar los precios del petróleo. La OPEP+ lo justifica como un intento de evitar una recesión mundial que llevara a desplomes del precio del petróleo como en 2008, 2014 y 2020. Pero la UE y EE.UU. consideran que la medida no es financiera sino política. Para compensar la subida del precio, los gobiernos subvencionaron los combustibles con tal de que no bajara su consumo.

La Agencia Internacional de la Energía prevé que la demanda de combustibles fósiles alcance su punto máximo en cinco años gracias a programas como el plan RePowerEU de la UE, la Ley de Reducción de la Inflación de EE.UU. y el plan de transformación verde de Japón, que incentivan las energías renovables. Pero, eso es futuro. A pesar de estas intervenciones, seguimos aferrados a los combustibles fósiles. Las actuales trayectorias de emisiones predicen un calentamiento de al menos 2,6ºC para 2100, muy por encima de los objetivos del acuerdo de París y de los valores de seguridad climática.

«Guerras políticas y financieras que nos dejan aferrados a los combustibles fósiles».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Los gobiernos subsidian los combustibles fósiles: ¿hasta cuándo?

Las subvenciones a los combustibles fósiles constituyen una carga para las finanzas públicas y contribuyen al cambio climático y a la contaminación atmosférica. Las subvenciones a los combustibles fósiles también distorsionan el comercio. Eliminar las subvenciones a los combustibles fósiles es, por tanto, importante y urgente para la mitigación y para que las políticas de tarificación del carbono sean eficaces.

Harring y colaboradores (2023 Nature Climate Change) constatan que la eliminación de las subvenciones a los combustibles fósiles puede no generar más resistencia (o apoyo) pública que la introducción de un impuesto sobre el carbono. Especificar alternativas para el reciclaje de los ingresos -donde los fondos públicos que actualmente se utilizan para subvenciones se destinen a otras inversiones públicas- podría aumentar el nivel de aceptación de la tarificación del carbono y lograr la eliminación de las subvenciones.

La eliminación de las subvenciones a los combustibles fósiles liberaría fondos públicos para invertir en desarrollo social y económico, lo que sería de gran valor y utilidad en muchos países en desarrollo. La eliminación de las subvenciones a los combustibles fósiles no supone en absoluto un reto político inabordable. Y, sin embargo, es un reto urgente que no acaba de verse abordado con transparencia y claridad ni en las cumbres del clima ni en la vida política de los países

«Los gobiernos subsidian los combustibles fósiles: ¿hasta cuándo?».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Los bancos financian la destrucción ambiental ¿hasta cuando?

Algunos de los mayores bancos centrales del mundo están ayudando, sin saberlo del todo o sin querer saberlo, a financiar a gigantes del agronegocio implicados en la destrucción de la Amazonia brasileña, según el informe Bankrolling Destruction, publicado por el grupo de defensa de los derechos Global Witness. El Banco de Inglaterra, la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco Central Europeo son algunas de las instituciones que han comprado millones de dólares en bonos emitidos por empresas vinculadas a la deforestación y al acaparamiento de tierras.

Dado que estos programas están garantizados por los respectivos gobiernos del Reino Unido, Estados Unidos y los Estados miembros de la UE, esto significa que los contribuyentes de todos esos territorios están, o estamos, apoyando financieramente y sin querer saber a empresas dedicadas a la destrucción de la Amazonia y otras selvas tropicales. Los bancos compran bonos corporativos emitidos por grandes empresas en un intento de inyectar liquidez en los mercados financieros cuando el sector privado se muestra reacio a prestar. Conocidas como «programas de compra de activos«, estas medidas pretenden reducir el coste de los préstamos para las empresas y se utilizaron ampliamente durante la pandemia como forma de reforzar las economías.

Todo ello a pesar de las reiteradas declaraciones públicas de los tres bancos centrales subrayando los riesgos que el cambio climático plantea para la estabilidad financiera y el crecimiento económico a largo plazo. Algo importante está fallando en los que prestan grandes sumas de dinero.

«Los bancos financian la destrucción ambiental ¿hasta cuando?».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

La economía de la mitigación del cambio climático: el ritmo y el momento lo es todo

Las recientes conclusiones consensuadas de los científicos del clima hacen urgente adoptar medidas políticas más contundentes para hacer frente al cambio climático mundial. Goulder (2020) analizó cómo los economistas pueden abordar mejor esta urgencia y contribuir eficazmente a los debates sobre política climática mediante cuatro enfoques.

  1. Simplemente hacer hincapié en el hecho de que una acción temprana reduce los costes. Si se produce un retraso prolongado en la aplicación de medidas contundentes, habrá que acelerar las reducciones futuras de emisiones y esa aceleración sale cara.
  2. Ampliar el desarrollo y la aplicación de modelos numéricos de forma que revelen las repercusiones económicas en los principales grupos de interés. Estos modelos proporcionan información relevante para la viabilidad política y las perspectivas de aplicación a corto plazo.
  3. Prestar atención al calendario, al momento de aplicación de las medidas en las comparaciones de los costes de las alternativas políticas. En igualdad de condiciones, una política que se aplique antes tendrá una ventaja de costes.
  4. Aplicar modelos de evaluación integrada (IAMs) a escenarios de emisiones alternativos diseñados para aislar los costes de los retrasos. Los políticos y el público podrían no estar dispuestos a asumir estos costes de reducción de emisiones más elevados, lo cual acrecentaría el riesgo y los impactos del cambio climático.

Estas conclusiones ponen de manifiesto la importancia de centrarse en los costes significativos del retraso y en la urgencia de adoptar medidas políticas más contundentes. El momento adecuado lo es todo. Y el momento es ahora.

«La economía de la mitigación del cambio climático: el ritmo y el momento lo es todo».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

Los rastrojos no deben quemarse por salud y por el cambio climático

Los rastrojos son un caso ejemplar de salud planetaria en el que están implicados los sumideros de carbono. Con los restos agrícolas, con la paja, los sarmientos y los rastrojos, lo mejor que se puede hacer es dejarlos en el suelo. Centenares de artículos científicos demuestran que sacarlos y quemarlos tiene tres efectos negativos:

  1. Se pierde fertilidad del suelo,
  2. Nos quedamos sin un importante almacén de carbono y
  3. Se contamina peligrosamente el aire.

Con el cambio climático, necesitamos que el carbono quede almacenado en el suelo y no liberado a la atmósfera. Para la producción agrícola sostenible es crucial que los restos vegetales retornen al suelo dándole una textura adecuada y recuperando nutrientes esenciales. Quemar los rastrojos es una fuente importante de gases contaminantes como el dióxido de carbono (CO2), el monóxido de carbono (CO), los óxidos de nitrógeno (NOx), los óxidos de azufre (SOx), el metano (CH4), y partículas pequeñas (PM10 y PM2,5) que tanto daño generan. Todos ellos impactan seriamente la salud humana y el medio ambiente. La quema de rastrojos combinada con las bajas temperaturas en otoño e invierno provocan unas nieblas tóxicas y persistentes. Nieblas y humos que generan una disminución dramática de la función pulmonar en niños, mujeres embarazadas, ancianos y personas con problemas de salud preexistentes en los cuales tienen un impacto letal.

Los problemas de salud van desde la irritación de la piel y los ojos hasta enfermedades neurológicas, cardiovasculares y respiratorias graves, asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), bronquitis, enfisema, tuberculosis, accidentes cerebrovasculares, cáncer de pulmón, parada cardiaca e infecciones agudas del aparato respiratorio.

Estas nieblas tóxicas ocurren en la India, en China, en Estados Unidos, pero también en el Delta del Ebro, en Murcia, en Valencia o en Almería. Las quemas agrícolas se habían prohibido en España, pero se reactivan en regiones como Murcia, aprovechando resquicios legales y la laxitud de la PAC (la política agraria europea) con las pequeñas explotaciones agrícolas. No cedamos a la comodidad de algunos. No caigamos en populismos irresponsables. Los residuos agrícolas no deben quemarse, lo sabemos bien. Recuperamos, por tanto, la ley y la sensatez.

«Los rastrojos no deben quemarse por salud y por el cambio climático».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

¿Estamos a tiempo de evitar un calentamiento de alto riesgo?

Desde el trabajo de Aengenheyster y colaboradores (Earth System Dynamics 2018) se ha barajado el año 2035 como punto de no retorno. Es decir, como fecha a partir de la cual ya no habrá opción para mantenernos en un nivel seguro de calentamiento. El Acuerdo de París de las Naciones Unidas que propuso no superar un calentamiento global de los 2 °C y perseguir 1,5 °C ha sido tan necesario como ambicioso a la hora de establecer referencias y objetivos.

Un nuevo estudio de Diffenbaugh y Barnes (PNAS 2023) revela que el calentamiento global ya está a punto de cruzar el umbral de 1,5 °C, incluso si la vía de forzamiento climático se reduce sustancialmente a corto plazo. La inacción climática de los últimos 8 años tras el Acuerdo de Paris hace que incluso con una mitigación sustancial de los gases de efecto invernadero ahora, hay una posibilidad cierta de no conseguir mantener el calentamiento global por debajo del umbral de los 2 °C. El estudio estima que el umbral de calentamiento global de 1,5 °C se cruzaría entre 2033 y 2035, en el escenario de emisiones intermedio (SSP2-4.5). Incluso podría superarse en el medio plazo el umbral de 2 °C en escenarios de bajas emisiones (SSP1-2,6). Las pruebas sustanciales de la aceleración de los riesgos para los sistemas naturales y humanos a 1,5 °C y 2 °C junto al estudio de Diffenbaugh y Barnes apunta a un cambio climático de gran impacto en las próximas tres décadas.

Todo esto requiere la implantación urgente de medidas de adaptación. Pero no podemos olvidar ni por un momento la mitigación: no es lo mismo superar los umbrales de seguridad por unas décimas de grado que hacerlo por un grado o más.

«¿Estamos a tiempo de evitar un calentamiento de alto riesgo?».
Edición e IA prompting: Marc Almeida

¿Te ha gustado?

Sending
User Review
4.57 (7 votes)

Fenando Valladares

Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.

Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.