Tanto énfasis hemos puesto en el principal gas de efecto invernadero emitido por el ser humano, el CO2, que se nos ha ido olvidando la importancia creciente del metano, un gas con una gran capacidad de retener la energía solar y cuyas concentraciones en la atmósfera también están aumentando y mucho. Tanto es así que se estima que el metano es responsable de al menos la tercera parte del calentamiento climático actual. Cómo será de importante el metano que es de las pocas cosas que se concretaron en la última cumbre del clima en Glasgow, la COP26, donde se planteó atajarlo con una reducción del 30% de las emisiones globales para 2030. Como tantas cosas en la COP26, también este objetivo se quedó corto, ya que las Naciones Unidas en un informe de mayo de 2021 planteaban la necesidad de reducir las emisiones de metano en un 45% en los próximos 10 años. Como evidencia tanto de la importancia como de la urgencia que tiene entender las emisiones de metano y reducirlas, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), con el apoyo de la Unión Europea, ha creado en este año el Observatorio Internacional de Emisiones de Metano (IMEO) para impulsar la acción en la reducción de las emisiones de metano.
Aunque el tiempo de residencia del metano en la atmósfera es inferior al del CO2 (12 años frente a más de 120), es mucho más efectivo atrapando la radiación solar, siendo un gas de efecto invernadero ochenta veces más potente que el CO2. A diferencia del CO2, las concentraciones atmosféricas de metano están aumentando más rápidamente que en cualquier otro momento de las dos últimas décadas y, desde 2014, se acercan a los escenarios de mayor intensidad entre los diferentes gases de efecto invernadero. Las razones de este crecimiento no están del todo claras, principalmente debido a las incertidumbres en el balance global de metano. Las fuentes de metano son biogénicas (humedales, lagos, agricultura, residuos/vertederos, fusión del permafrost), termogénicas (uso de combustibles fósiles y filtraciones naturales), pirogénicas (quema de biomasa y biocombustibles) o mixtas (hidratos de metano, geológicas). Los nuevos estudios sugieren que el reciente y rápido aumento de las concentraciones de metano a nivel mundial es sobre todo biogénico, principalmente procedente de la agricultura, con contribuciones menores a partir del uso de combustibles fósiles y de las emisiones de los humedales. Si nos centramos en las emisiones directamente relacionadas con las actividades humanas hay tres fuentes principales: 1) la agricultura, que representa el 40% de las emisiones de metano antropogénico, la mayoría proveniente del estiércol del ganado, la fermentación, y también del cultivo del arroz; 2) la extracción, procesamiento y distribución del petróleo, el gas y la minería del carbón, que representan más de un tercio de las emisiones antropogénicas de metano; y 3) la gestión de los residuos, los vertederos y las aguas residuales que suponen entorno a la quinta parte de las emisiones de origen humano. Por regiones geográficas, los trópicos son los que más preocupan ya que las fuentes tropicales, tanto naturales como antropogénicas, representan dos tercios del total de las emisiones mundiales de metano; están dominadas por las emisiones generadas en las zonas húmedas como pantanos, marismas, lagos, ríos y humedales.
Si pensamos en reducir la cantidad de metano en la atmósfera debemos pensar en los sumideros de este gas. Los suelos y sus microorganismos son junto a las plantas y los organismos fotosintéticos los sumideros principales. Los procesos dominantes por los que se elimina el metano de la atmósfera incluyen su oxidación por el radical hidroxilo (OH) y otros radicales libres presentes en la atmósfera, así como la metanotrofia, es decir el uso del metano como fuente de carbono por ciertos microorganismos de los suelos. Evitar las emisiones de metano mediante la mitigación local en fuentes puntuales será siempre menos costoso y más eficiente que eliminar el metano del aire una vez que ha sido emitido. Sin embargo, los esfuerzos de mitigación local parecen ser insuficientes para cumplir el objetivo del Acuerdo de París tanto en términos de escala como de velocidad. Por ello es importante desarrollar mecanismos y tecnologías que permitan eliminar el metano de la atmósfera, algo que de momento se ve como muy complejo. La eliminación del metano de la atmósfera debe verse como un complemento, no como un sustituto, de la reducción de las emisiones de metano y dióxido de carbono. La eliminación del metano en la atmósfera (por ejemplo, mediante su oxidación in situ para convertirlo en dióxido de carbono) puede servir para compensar la liberación continua de metano y limitar la contribución al calentamiento global de este potente gas de efecto invernadero. Dado que la mitigación de la mayor parte de las emisiones antropogénicas de metano es incierta en este siglo, y que no puede excluirse la liberación repentina de metano en el Ártico y en otros lugares de la Tierra, hace falta el desarrollo de tecnologías de eliminación u oxidación de metano. La eliminación del dióxido de carbono cuenta con un programa de investigación y una base tecnológica cada vez más consolidados, pero no existe un marco similar para la eliminación del metano. Cálculos recientes refuerzan la importancia de desarrollar estas tecnologías al demostrar que tanto la temperatura como la concentración del ozono en la troposfera disminuyen significativamente con la eliminación del metano.
El hecho de que las emisiones de metano procedentes de las crecientes actividades agrícolas sean la causa dominante del aumento de este gas en la atmósfera apunta a la necesidad de equilibrar la seguridad alimentaria con la protección del medio ambiente y la reducción drástica de gases de efecto invernadero. Debido al alto potencial de calentamiento global del metano y a su corta vida en la atmósfera en comparación con el CO2, su mitigación ofrece la posibilidad de frenar el cambio climático de forma eficiente en un horizonte temporal corto. Además de los beneficios climáticos, la reducción de las emisiones de metano podría ayudar a mejorar la salud humana y la producción de cultivos mediante la reducción simultánea de la producción de ozono. Recordemos que, en presencia de radiación solar, el metano favorece la formación del ozono a nivel del suelo, y el ozono en estas capas bajas de la atmósfera es un importante contaminante además de un potente gas de efecto invernadero.
Los rápidos beneficios climáticos y co-beneficios económicos, sanitarios y agrícolas de la mitigación del metano, complementarios a los de la mitigación del CO2, justifican un esfuerzo urgente para cuantificar y reducir las emisiones globales de metano. Entre los ámbitos donde la acción puede ser más rápida y eficaz se encuentra la prevención de fugas de metano en las instalaciones de gas y petróleo. Una reducción del 45% de las emisiones de metano en 20 años, un objetivo necesario como viable, evitaría 180.000 muertes prematuras y medio millón de complicaciones de salud vinculadas al asma y a otras dolencias respiratorias. También mejoraría el rendimiento de los cultivos en unos 26 millones de toneladas al año.
Mantener el calentamiento global por debajo de los 2 °C es de por sí un objetivo difícil con la atención puesta en las emisiones de CO2. Pero ese objetivo será directamente inalcanzable si no se aborda también con firmeza y rapidez la reducción de las emisiones de metano
Este artículo se ha publicado con ligeras modificacione en Ethic.es el 20 de diciembre de 2021: https://ethic.es/2021/12/abordar-el-metano-para-salvar-el-planeta-y-nuestro-futuro/
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( votes)Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
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