Aproximadamente la mitad del planeta tiene un nivel apreciable y significativo de degradación y muchos de los ecosistemas degradados no pueden recuperarse solos o su recuperación es sumamente lenta. Por ello cada día cobra más fuerza la ecología de la restauración una disciplina que asiste, ayuda o acompaña a la naturaleza en el proceso de recuperación.
Muchas actividades y conceptos relacionados con la restauración ecológica comienzan por “re” reponer, reforestar, rehabilitar, revertir, reconstruir, recomponer, remediar, revegetar… Todos ellos nos llevan a la idea de volver a una situación anterior. Unos conceptos ponen énfasis en la estructura, otros en la función, otros en las especies con las que se realiza la actuación.
En una situación como la actual donde el clima está cambiando no tiene sentido afanarse en restaurar con exactitud el ecosistema que existía previamente. Muchas veces, ese ecosistema ya no es posible o quedará pronto bajo un clima demasiado cálido o demasiado seco para mantenerse por sí mismo. Hay que restaurar identificando procesos ecológicos que se han roto y no tanto las especies que hubo en el pasado. Aunque el pasado es una de las mejores guías para el futuro, hay que redefinir y repensar qué ecosistemas serán funcionales en las nuevas condiciones.
La restauración ecológica se apoya en lo que se conoce como “soluciones basadas en la naturaleza”. Estas soluciones recalcan la importancia de inspirarse en la propia naturaleza para resolver el problema ecológico. No se trata de imponer nuestro proyecto sino de facilitar que la naturaleza recobre el suyo.
La dificultad de restaurar un determinado lugar depende del nivel de degradación sufrido. En algunos casos basta con facilitar la llegada de algunas especies clave que se han perdido o reducir la intensidad de ciertas prácticas como la caza, el pastoreo o la deforestación. En otras zonas no hay más remedio que volver a restablecer el sistema prácticamente de cero, empezando por recuperar la fertilidad del suelo y fijando «sumideros» para que no se pierdan los recursos. Estos sumideros pueden ser estructurales, como pequeños hoyos, surcos y vaguadas diseñadas para retener el suelo y el agua, o pueden ser biológicos, como las “islas de fertilidad” que se consiguen plantando o protegiendo ciertas plantas capaces de fijar el nitrógeno atmosférico o de retener el suelo con unas potentes raíces.
Hay proyectos de restauración ecológica que tienen unas dimensiones colosales, como los programas de reforestación en China. Este país ha recuperado desde principios de siglo una media de 50.000 kilómetros cuadrados de cubierta forestal cada año. Una sequía extrema en la cuenca del Río Amarillo en 1997 y fuertes inundaciones un año después a lo largo del Yangtsé provocaron miles de muertes y cuantiosas pérdidas. Estos y otros desastres ocurridos durante la década de los 90 hicieron a China tomar conciencia de las consecuencias de la tremenda deforestación del país, que había alcanzado al 86% de toda su superficie.
Otro proyecto a gran escala que tiene grandes dosis de inspiración y motivación es el de la Gran Muralla Verde que se está generando al sur del desierto del Sahara para detener su avance. La idea es reforestar una zona de 15 km de ancho y casi 8000 km de largo que cruza de este a oeste el continente africano. Esta reforestación colosal está inspirada en el cinturón verde del premio Nobel de la Paz de 2004 Wangari Maathai, una keniana que cambiaría su país natal para siempre.
Dunas que se libran de paseos marítimos y recuperan su dinamismo, humedales a los que regresa el agua y las aves, y mares que recuperan predadores y transparencia son algunos de los muchos ejemplos que hace posible una restauración que aborda el origen del problema, la causa última de la degradación ecológica.
Toda acción de restauración ecológica conlleva unos gastos de ejecución. Sin embargo, estos recursos dedicados a restaurar una naturaleza disfuncional no debemos verlos como gastos sino como inversiones. De hecho, la restauración ecológica es no solo una de las inversiones más necesarias sino también de las más rentables.
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( votes)Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
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