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Entrevistamos a Fernando Valladares, científico que lleva décadas alertando sobre la relación entre la salud del ecosistema y de la humanidad

Es una de las voces más veteranas del panorama ambiental en España. De los que hablaban del cambio climático cuando el cambio climático sonaba, todavía, a algo lejano, teórico, a ese “discurso ecologista alarmista” que apenas interesaba a unos pocos. Fernando Valladares se presenta a sí mismo en su web como “un científico algo inusual que combina pasiones bastante diversas”. A saber: “correr horas por los glaciares helados de Islandia o los Alpes… o enlazar cinco universidades españolas en bicicleta para fomentar el pensamiento crítico”.

Valladares no se aburre. Y no se calla. Vive volcado en la divulgación científica, que actualmente ejerce como profesor de investigación del CSIC, donde dirige el grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, y como profesor asociado en la Universidad Rey Juan Carlos. Y en las redes sociales, donde es todo un referente. Gracias a discursos como el suyo, claro y valiente, hace ya años que el cambio climático está en boca de todos. También porque cada vez son más visibles sus efectos.

El último en dar la cara, Filomena. Que ha llegado cuando todavía estamos sumidos en plena pandemia de covid. Dos fenómenos que tienen mucho que ver. “No es casualidad que la salud de los ecosistemas y de las personas se base en los mismos principios”, advierte Valladares. De ello empezamos hablando, en esta larga entrevista con el científico.

Hicimos que el coronavirus viajara
en primera de Asia a Europa,
tenemos que revisar nuestros hábitos

Pregunta: La pandemia de covid-19, consecuencia de una zoonosis, y fenómenos extremos como Filomena tienen una causa común. Digamos que hemos alterado la naturaleza y eso lo altera todo. ¿Pueden verse como dos caras de la misma moneda?

Respuesta: Sí. En el origen de estos grandes problemas hay una triple crisis ambiental: el cambio climático, la crisis de biodiversidad (aumento de zoonosis porque los ecosistemas no funcionan bien) y la contaminación en todas sus formas (atmosférica, nitrógeno, plásticos…). El origen de las tres es una actividad no sostenible por parte del ser humano: no dejamos que la naturaleza se regenere.

Lo hacemos todo muy deprisa y de forma no sostenible. Con poco respeto a los tiempos y a los ritmos naturales, y de ahí se derivan una serie de problemas de los que no somos conscientes hasta que son muy graves, como acabamos de comprobar.

Con respecto a la pandemia, en marzo y abril, cuando todavía nos preguntábamos el por qué, muchos se habían olvidado del papel que juega la biodiversidad para amortiguar los riesgos de zoonosis. Sólo nos hemos acordado cuando ya teníamos la zoonosis encima. Pero es que solemos actuar así, siempre nos damos cuenta después.

Yo lo dije en ése momento, y lo repito ahora. La vacuna ya la teníamos, pero nos la cargamos. Sabemos cómo estar razonablemente libres de estos riesgos y no lo hacemos. Preferimos tomarnos un medicamento que nos baje la fiebre, actuar después, poner pequeños parches. Y esta forma de actuar, para un Ébola o algo así puede valer, pero tarde o temprano la cuestión se nos escapa de las manos.
Y con el cambio climático pasa lo mismo: tarde o temprano, la frecuencia y la intensidad de estos eventos (o la zona donde toquen, si es menos desarrollada), causarán una devastación tremenda. Pero hay que intentar ir a las causas últimas. Si las abordamos con honestidad, al veremos que al resolver una, las resolveremos todas.

Fenómenos como Filomena
«se dan con más frecuencia
y con más intensidad
debido al calentamiento global

Pregunta: Es decir, que los problemas están interconectados pero las soluciones también.

Respuesta: Claro, es la parte buena de la noticia. Hay que entender que una buena gestión ecológica puede cambiar las cosas. El Green Deal de la Unión Europea (el Pacto Verde europeo), una buena transición ecológica… El hecho es poner en marcha una escala de acciones en el tiempo y, lo que resuelvan, resolverá varios aspectos. Las medidas de actuación para frenar el cambio climático, por ejemplo, van en paralelo a resolver también problemas asociados con la pérdida de biodiversidad y con la contaminación. Y viceversa. Por eso me parece muy oportuno establecer estas conexiones. Ver las causas últimas.

Se nos ha olvidado el papel
que juega la biodiversidad para
amortiguar los riesgos de zoonosis

Una de las formas de conectar eventos puntuales es a través del incremento de la variabilidad del clima. Los fenómenos atmosféricos son cada vez más variables, se hacen más frecuentes cosas que antes ocurrían con menos frecuencia. Los eventos anómalos, como Filomena, son cada vez más frecuentes. Se repiten antes, en la historia, de lo que se repetían cuando el cambio climático no era tan intenso.

Pregunta: 2020 ha sido el año más cálido registrado en España, en Europa y en el mundo. Estamos viviendo la década más cálida desde que hay registros. Hablar del calentamiento global puede confundir, a veces, a la hora de establecer su relación con fenómenos como esta ola de frío extremo.

Respuesta: La situación no es para nada intuitiva, desde luego, pero hay que entender que es compatible que se registren eventos de frío extremo a pesar de que el planeta se siga calentando globalmente. En esto tiene mucho que ver la circulación atmosférica, que se está alterando, y es crucial para el clima. Lo que sabemos es que el cambio climático genera anomalías.

Este año, por ejemplo, se ha producido un calentamiento súbito de la estratosfera, la capa más alta de la atmósfera. Allí la temperatura imperante son 70 grados bajo cero y este año se han registrado 25 bajo cero, en la primera semana de enero. Ese calentamiento provocó una alteración del vórtice polar, que se dividió en dos células, y en medio se produjo esa entrada de una inmensa masa de aire frío que escapó de las zonas polares llegando hasta aquí. Esto que ha ocurrido ahora está conectado con el calentamiento, claramente.

El hecho es que estos fenómenos que se darían cada mucho tiempo, se dan con más frecuencia y con más intensidad debido al calentamiento global, que se debe en gran parte a la actividad humana, tiene una huella humana. Y tenemos que decidir lo que podemos hacer con ella: dejarla como está, hacer algo, suicidarnos…

Pregunta: Porque no es sólo Filomena. Vemos también que los huracanes están cambiando su trayectoria, que el planeta registra oleadas de incendios cada vez más devastadores, que el deshielo del Ártico se acelera… ¿No tendríamos que dejar de hablar en futuro del cambio climático y hablar ya en presente?

Respuesta: Sí, y es un cambio de narrativa muy importante. Habría que dejar de hablar en futuro, porque ya está aquí. La temperatura récord del año pasado es una manifestación más, Filomena sería otra. Y cuando hablamos de cambiar las cosas, ya no se trata de hacer algo por nuestros hijos, es por nosotros.

Pregunta: En ese sentido, la definición del “desarrollo sostenible” también ha quedado un poco obsoleta. Lo de «satisfacer las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades». Ya no está comprometido el futuro, sino el presente.

Respuesta: Totalmente. Y nos olvidamos de que lo que está en juego ya no es nuestro bienestar, poder viajar, o vivir de una determinada forma o de otra. Estamos hablando ya de nuestra salud, de nuestra supervivencia individual. Cuando empiezas a ver las interacciones con la covid, por ejemplo, de la contaminación, ves que son tremendas. Ahora se está viendo que las partículas contaminantes sirven de soporte para el virus y que influyen en el mecanismo de entrada. Está todo relacionado.

Y son cosas que están pasando ahora. Actualmente, las ciudades, para muchas personas se han convertido en ambientes muy peligrosos. No me gusta poner un tinte de Mad Max en todo esto, pero esos escenarios futuristas ya están aquí, tampoco hay que quitarle hierro al asunto.

Estamos alterando el funcionamiento
de la naturaleza, porque este
sistema es muy depredador

Lo que ocurre es que el ser humano tiene una tremenda capacidad de adaptación. Ahora vamos ya todos con mascarilla como si nada, nos hemos acostumbrado a que se mueran nuestros amigos y vecinos… Es increíble. Si esto nos lo llegan a contar hace cinco años habríamos pensado que era una película o algo, no nos lo habríamos creído.

Pregunta: Los virólogos alertan de que pronto nos enfrentaremos a otra pandemia, de coronavirus o de otros virus. Es como si se hubiera roto el equilibrio en el que vivíamos con virus y bacterias. Porque patógenos con riesgo de saltar al ser humano ha habido siempre, pero ahora saltan mucho más.

Respuesta: Los virus y las bacterias han estado siempre ahí, y aprovechan cualquier oportunidad para amplificarse. Son oportunistas. Ahora les hemos puesto en bandeja a millones de huéspedes. Hemos hecho que el coronavirus viaje en primera de Asia a Europa. Todo esto hay que revisarlo, tenemos que revisar nuestros hábitos. Porque, en el origen, hay disfunciones ecológicas que estamos favoreciendo.

Estamos extirpando especies que disminuyen los riesgos de contagio, por ejemplo. No se puede reducir el riesgo de contagio a cero, eso es imposible y hasta contraproducente. Pero nos interesa que se desarrollen interacciones entre todos los organismos, porque eso es lo que hace que disminuya el riesgo.

Pregunta: Somos demasiados, y cada vez invadimos más sus hábitats…

Respuesta: Y además de invadir, extinguimos del orden de 200 especies todos los días. Especies que a veces no sabemos ni como se llaman. Es un número redondo porque es una estimación, sale de un modelo. Y son especies que cumplen funciones estupendas para el ser humano: actuar de barrera, de cortafuegos. No es lo mismo, por ejemplo, que te pille un Ébola a estrenar que uno que lleva tres décadas coexistiendo con los primates. Degradamos los ecosistemas y hacemos que los procesos ecológicos queden cojos. Y lo pagamos con nuestra salud.

Pregunta: ¿Qué crees que hemos aprendido de esta pandemia? ¿Estamos mejor preparados para tratar de evitar la siguiente? Porque seguimos ansiando la “vuelta a la normalidad”, pero esa “normalidad” sólo nos lleva al desastre.

Respuesta: Hay cosas que hemos aprendido, que son buenas y han llegado para quedarse. Sabemos más de los virus, por ejemplo. Pero no podemos caer en los mismos errores que nos han traído hasta aquí. Hay que evitar la tentación, muy humana y comprensible, de volver a hacerlo todo como antes, querer las cosas como estaban. Por un lado es imposible, pero es que además hay que revertir las cosas: nuestra relación con la naturaleza no es sostenible.

Hemos hecho que el coronavirus
viaje en primera de Asia a Europa.
Tenemos que revisar nuestros hábitos

Ya no es algo opcional, ya no es una cuestión que uno pueda elegir (ser más o menos verde, o ecologista). Si lo que queremos es una cierta calidad de vida, asumir unos riesgos razonables y, a largo plazo, un ecosistema habitado por más de los nuestros, hay que cambiar profundamente lo que hacemos. Y todo esto pasa por tocar algo que parece sagrado, que no se puede tocar: el sistema socioeconómico. Cuando en nuestro discurso deja de sonar todo a animalitos y a National Geographic, a la gente se le hiela la sangre (“¿pero no hablábamos de animales?”). Estamos alterando el funcionamiento de la naturaleza, porque este sistema es muy depredador.

Pregunta: Pero si este no es el momento para cambiar las cosas, ¿cuándo?…

Respuesta: Pues a esto puedo responder distinto según el día, depende del día me veo más optimista o más pesimista. Porque si miras atrás, ves que de las siete u ocho grandes crisis del siglo XX hemos salido pisando el acelerador. Por ejemplo, en emisiones contaminantes, en todas las crisis se han reducido muchísimo, pero se sale y se emite en uno o dos años todo lo que se había dejado de emitir. Salimos como los toros del burladero, y eso es lo que no hay que hacer ahora.

Ya tenemos mucho más conocimiento para plantear alternativas que no impliquen una huella ambiental tan grande. Tenemos los ingredientes, pero necesitamos que el cocinero se ponga a hacer la comida, si no no valen para nada.

No hay una alternativa socioeconómica concreta, pero hay piezas alternativas y entre todos deberíamos ir engranándolas. Los esfuerzos individuales están muy bien, pero tienen un recorrido limitado. Tenemos que lanzarnos juntos porque con el camino por el que vamos ya sabemos que vamos a generar unas condiciones que no serán factibles para nosotros mismos. Y si este camino no tiene salida, probemos cualquier otro, que al menos puede tener más esperanza.

Pregunta: ¿Crees que después de todo esto hemos aprendido a contar con el azar y la incertidumbre? Vivíamos creyendo que lo controlábamos todo y, de pronto, algo tan minúsculo como un virus ha puesto el planeta patas arriba.

Respuesta: Quiero creer que la sociedad en general está en mejores condiciones, ahora, para encajar la incertidumbre. Pero me cuesta mucho verlo. Yo juraría que esta visión tan simplista de que no va a pasar nada, de que nunca pasa nada, ya se ha puesto en entredicho, sí. Y por algo tan pequeño como un virus, como decías.

Hay que aprender a vivir en la incertidumbre, pero sin entrar en estados de bloqueo ni ansiedad, sin vivir tan al límite. Vamos tan al límite que es entonces cuando hay un colapso social y económico muy grave. Tenemos la información, no sabemos exactamente por dónde nos va a venir una nueva pandemia ni cuándo, pero sí que con estas condiciones estamos favoreciéndola. Pues hagamos algo.

Dejemos zonas de la tierra que actúen de amortiguación natural, por ejemplo. Hay que dejarle a la naturaleza unos espacios y unos tiempos. Tenemos que aliarnos con la naturaleza, no pelearnos con ella. Lo mejor es aprender a vivir y a convivir con situaciones menos controladas, vivir con la naturaleza como aliada. De todas las crisis salimos como los toros del burladero, y eso es lo que no hay que hacer ahora

Pregunta: En esta pandemia también hemos aprendido algo importante, a colaborar entre nosotros a nivel planetario y en tiempo récord. La vacuna ha supuesto una suma inédita de conocimiento y recursos. ¿Podría valer de ejemplo para cambiar la forma de actuar en otras cosas? Por ejemplo, en la lucha contra el cambio climático, pienso en esas cumbres del clima eternas y frustrantes.

Respuesta: Creo que lo que ha pasado con la vacuna es un mensaje de optimismo enorme. Nunca nadie habría pensado que en tan poco tiempo iba a haber, no una, sino muchas vacunas y esto ha ocurrido gracias a la colaboración planetaria. Pero en cuanto al cambio climático, las COP cumplen una función. Pueden ser frustrantes e insuficientes, pero cumplen una labor de diplomacia enorme.

Y además, están cada vez más presentes los jóvenes, chicos que ahora tienen entre 16 y 25 años, y que saben lo suficiente de cambio climático y están hartos de sus padres y abuelos. Ellos tienen que moverse y empujar, y en paralelo, los científicos tenemos que decirlo más. Yo, en este tema, estoy abriéndome a reuniones improbables que no habría pensado nunca. Estamos en un momento histórico en el que hay que cambiar la narrativa del cambio climático, pero no tirar sólo del miedo, ni de la ética. Eso no va a mover al 90% de la población.

Pregunta: ¿Y qué les va a mover?

Respuesta: Pues un argumento que veo poco es el de ser arte y parte de un momento histórico en el que la humanidad va a cambiar. Con pequeñas acciones te vas cargando de derechos, y entonces tienes derecho a exigir: a tus vecinos, a tus gobernantes… Es importante la satisfacción de sentir que formamos parte de un movimiento extenso que puede permitir que hagamos las cosas de forma diferente. Es ver al ser humano como ser social.

Nuestra relación con la naturaleza
no es sostenible: degradamos
los ecosistemas y lo pagamos con nuestra salud

Pregunta: Con la pandemia ya nos hemos dado cuenta de esto, quizá, de que somos seres sociales: o nos salvamos todos o no se salva ninguno.

Respuesta: Sí. Este volver a la naturaleza es reconocer nuestra parte biológica. Somos una especie a la que le gusta el verde, los árboles, el aire limpio, la biodiversidad… Incluso el que no lo sabía, ahora se ha dado cuenta con el confinamiento. Y este reconocer nuestra naturaleza biológica nos va a hacer todo más fácil. Respetar la naturaleza, conservarla, nos da mucha más satisfacción.

Hemos pasado años viviendo de espaldas a la naturaleza, ahora vemos que no se puede vivir así y que, además, como especie y como individuo, da mucho placer y mucho orgullo poder hacer las cosas de otra manera. Igual el cambio implica cambiar de coche, o de lugar donde vivir o de organización de vida, y puede ser incómodo, pero nos puede compensar. Y no hay que verlo como un sacrificio, sino como un placer.

Pregunta: Después de todo lo que hemos hablado, ¿eres optimista con el futuro de la humanidad como especie?

Respuesta: Hay que serlo. Hay que ser optimista, pero informado y currante. Las buenas noticas hay que buscarlas. En el medio ambiente, las malas noticias predominan. El vaso medio lleno está ahí, pero cuesta verlo. El optimismo hay que currárselo. Un optimismo activo y proactivo, buscar la luz al final del túnel. Hay días que todo esto me pilla más cansado, y esos días me cuesta un poco más. Pero sí, soy optimista.

 

Esta entrevista se publicó en NIUS el 23 de enero de 2021

“Fernando Valladares, ecólogo: «Ya no está en juego nuestro bienestar, sino nuestra supervivencia»

 

https://www.niusdiario.es/ciencia-y-tecnologia/ciencia/entrevista-fernando-valladares-ecologo-bienestar-supervivencia-csic-cambio-climatico-filomena-covid_18_3079395061.html

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Fenando Valladares

Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.

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