Estás aqui -> Inicio » La salud de la humanidad » Esquí en Pirineos y la canal Roya

¡Traed madera ¡¡Más madera, es la guerra! A nadie se le escapa la mítica escena de Groucho en la película Los hermanos Marx en el Oeste. Para alcanzar a los malos con un tren al que ya no le queda combustible, Groucho pide a gritos madera desde la locomotora, mientras Chico y Harpo van despedazando los vagones del tren para alimentar la caldera. Esta es exactamente la reacción ante el cambio climático de las empresas y responsables de las estaciones de esquí en general, y especialmente en los Pirineos, donde un preocupante proyecto amenaza el auténtico valor de la montaña. En lugar de reinventarse ante el cambio climático y la creciente conciencia ambiental de administraciones y ciudadanía, los responsables e inversores del sector piden más nieve y más infraestructuras. Mientras lo hacen, y convencen a las adminstraciones que ya lo anuncian como logro político, cientos de personas se preparan para despedazar ecosistemas y alimentar el negocio. Como en la película de los hermanos Marx. Un negocio que tiene los años contados, pero que generará efímeras aunque cuantiosas riquezas a unos pocos, y el espejismo de la prosperidad para muchos. Negocio que dejará en un breve plazo heridas irreparables en un territorio vulnerable y valioso, y un montón de chatarra inservible en lo alto de la montaña. Algo que hemos visto ya en estaciones de montañas no muy altas de nuestro país, como Navacerrada en Guadarrama, La Covatilla en Béjar o la Pinilla en Ayllón. El esquí alpino, las estaciones, las pistas y la producción artificial de nieve suponen una degradación de los recursos hídricos, amenazan la fauna y flora locales, alteran numerosos servicios ecosistémicos, disminuyen el valor paisajístico del territorio y son un grave riesgo de malversación de fondos públicos. Hay que pensar muy bien cada nuevo proyecto.

Pues bien, desde hace tiempo planea sobre el Valle de Aragon y el valle de Tena un megaproyecto aragonés de esquí que busca vincular las tres grandes estaciones de esquí de Astún, Candanchú y Formigal, y conectarlas con el histórico pueblo de Canfranc, atrayendo grandes cantidades de esquiadores para los que hay previstos grandes estacionamientos y numerosas infraestructuras adicionales. Un proyecto tan faraónico y tentador como arriesgado y hasta contradictorio con las normativas de protección ambiental y con los escenarios de cambio climático.

Este proyecto que afecta el emblemático Canal Roya es un disparate ambiental y a la larga un gran fraude económico para la zona. Los valles glaciares de Izas y Roya suponen un corredor biológico esencial y reúnen un rico patrimonio geológico que les ha valido el reconocimiento como Área de Especial Protección en la Red de Espacios Naturales Protegidos de Aragón. El proyecto supone enfrentan un paisaje de valor universal con una explotación económica de miras cortas en el tiempo, en la geografía y en el sentido más amplio de prosperidad.

El proyecto es, además, un asombroso anacronismo: en un escenario donde las olimpiadas de invierno están en jaque por el cambio climático, donde se están revisando las 21 sedes para estas olimpiadas porque no se dan buenas condiciones de nieve, donde las previsiones son de que solo 1 de estas 21 sedes sería válida para la competición a finales de siglo debido al cambio climático… en este escenario, los empresarios e inversores sueñan con que Pirineos será una excepción y vencerán al calentamiento global con trabajo y firmeza. Cuando los propios atletas desean que el mundo del deporte sea una fuerza poderosa para inspirar y acelerar la acción climática, los empresarios e inversores se afanan en expandir instalaciones de esquí alpino en una batalla contra el cambio climático perdida de antemano.

La solución ante el cambio climático no pasa por mejorar la eficiencia energética de las instalaciones, renovar los cañones de nieve e invertir en tecnología. La solución es explorar formas de esquiar compatibles con el territorio, disminuyendo la importancia del esquí alpino y apuntando las formas más sostenibles y adaptables de esquí (de travesía, de montaña, de fondo, nórdico) aunque supongan alejarse de la tentación y el dinero fácil del turismo de masas. La solución es diversificar la inversión y las actividades de los visitantes de las montañas. La solución es aceptar la realidad, y puestos a hacer algo, mitigar el cambio climático y proteger paisajes valiosos que bien conservados serán una longeva fuente de prosperidad y riqueza. Eso es adaptación y sensatez. Seguir adelante con el proyecto es egoísmo, ceguera y surrealismo. Alguien rodará una nueva película, más de 80 años después de la de los hermanos Marx, en la que podría verse a un empresario gritar “Traed Mas nieve, es la economía!” mientras un ejército de trabajadores manejando los cañones de nieve desmantelan prados y roquedos para conectar cimas y valles. No nos quedemos mirando. Hagamos que esta película quede sólo como una ficción.

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Fenando Valladares

Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.

Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.