Desde el Neolítico, hace más de 12.000 años, no existe eso que llamamos “espacios vírgenes” o ecosistemas prístinos. Es más un anhelo o un concepto teórico que la realidad. Un estudio liderado por la Universidad de Cambridge señala que apenas un 5% de la superficie terrestre estaría libre de influencia humana.En la actualidad, y debido a la acción de los seres humanos, el planeta está al borde de los que los científicos denominan la Sexta Gran Extinción. Se trata de la primera Gran Extinción en la que una única especie, en este caso nosotros, pone en riesgo a otras muchas.
Para poner en perspectiva esta sexta gran extinción, conviene repasar los números que nos dan la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y las Naciones Unidas. Ambas estiman que el ser humano ha puesto contra las cuerdas a más de un millón de animales y plantas, es decir, al 11,5% de la biodiversidad mundial. Podemos expresarlo de otra manera: un tercio de las coníferas o de los corales, una cuarta parte de los mamíferos y casi la mitad de los anfibios están en la lista roja de especies en peligro de extinción
Pero no todo está perdido, ni mucho menos. Hay en la Tierra una larga colección de rincones de gran valor ecológico y muchos de ellos están bajo algún nivel de protección en forma de parques nacionales o reservas biológicas. Estos rincones reúnen alguno de los tesoros biológicos más valiosos: especies endémicas, especies raras, testigos de otros climas (como el pinsapo), o los últimos restos de poblaciones diezmadas (como las de lince). En el mismo estudio mencionado anteriormente se indica que ese 5% de zonas bien conservadas en el Planeta podemos subirlo a un 20% con relativa facilidad si nos enfocamos en las zonas que aún mantienen buenos niveles de integridad ecológica. Bastaría con facilitar la llegada de unas pocas especies clave a estas zonas para recuperar su integridad ecológica.
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Las regiones montañosas de todo el planeta, por ejemplo, albergan ecosistemas valiosos, ricos en especies y en procesos ecológicos. Las montañas actúan además como sistemas de vigilancia climática ya que muchos de sus equilibrios y de sus límites están determinados por el clima, por la temperatura, por el hielo y por el frío.
Muchos espacios naturales protegidos en estas montañas y en otros muchos lugares están, sin embargo, tan o más amenazados que las mismísimas especies que albergan. Están amenazados por la creciente presión humana, pero también por cambios globales como el cambio climático que va moviendo en latitud y altitud las zonas que es necesario proteger. Y como es fácil imaginar, si ya es difícil ponerse de acuerdo en los límites de un espacio natural a proteger, resulta aún más difícil ir moviendo estos límites a medida que cambia el clima, la disponibilidad de agua y otras características medioambientales.
Pero quizá lo más importante es que muchos de estos espacios naturales están amenazados porque se han quedado anticuados. Aunque la influencia humana en todos los ecosistemas del planeta ha aumentado exponencialmente desde la era industrial, el ser humano ha estado influyendo en la biodiversidad y en el funcionamiento de la biosfera desde que pudo organizarse en grupos sociales capaces de abatir un mamut o construir un poblado. Así que hay pocas cosas más anticuadas que un espacio natural que deje fuera a la especie humana.
Recuperar la biodiversidad y conservarla pasa por el reconocimiento del importante papel que las distintas culturas humanas han jugado en su maximización desde el Neolítico. Desplazar estas culturas es lo que ha provocado la crisis de biodiversidad. La Sexta Gran Extinción resulta principalmente de la sobrexplotación y transformación de los paisajes culturales y no de la entrada reciente del ser humano en ecosistemas prístinos. Describir el uso humano de la naturaleza como una perturbación reciente y negativa de un mundo natural libre de seres humanos es incorrecto porque ignora los miles de años de intervención humana que han generado altos niveles de biodiversidad. Pero esta imagen negativa y cortoplacista de la intervención humana en los ecosistemas impide su recuperación y conservación.
Las áreas bajo gestión indígena o en equilibrio con la cultura local tradicional están entre las áreas más biodiversas del planeta, mucho más que las gobernadas por economías de alta intensidad. Conservar la biodiversidad y la funcionalidad ecológica pasa por reposicionar al ser humano en el seno de una nueva generación de espacios naturales. En el fondo no es sino cambiar nuestra relación con la naturaleza y con ello nuestro concepto de espacio natural y de qué y cómo hay que proteger y conservar.
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( votes)Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
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