Para sorpresa de los antropólogos e incredulidad de muchos, numerosos pueblos ancestrales ven a las plantas como miembros de su familia. Los animales y los ríos son para ellos personas. No “como” personas. No son metáforas. Lo viven literalmente así. Lo más sorprendente es que esta milenaria cosmovisión de este pueblo amazónico es, a la luz de la ciencia actual, tan real como tremendamente moderna. No es casualidad que esta visión de los pueblos originarios haya surgido muchas veces en culturas distantes y desconectadas entre sí desde Asia y Oceanía hasta América o África.
La relación insostenible con la naturaleza que mantiene el ser humano moderno y mayoritario en este siglo XXI, hace a los científicos plantear colapsos, a los políticos mirara hacia otra parte y a la sociedad no acabar de entenderlo o creerlo del todo. En medio de este panorama desconcertante, la revisión de las culturas humanas pasadas y presentes nos muestra una forma de relación con la naturaleza que es mucho más sostenible que la que impera actualmente de la mano de la democracia y del capitalismo. ¿Podemos aprender de estas culturas? ¿Tiene sentido esperar que se desarrollen a nuestra semejanza cuando nuestro modelo socioeconómico conlleva una tremenda crisis ambiental mientras que el suyo no?
Cada vez son más las personas que comprenden que la respuesta es sí, sí que podemos aprender y sí que tiene mucho sentido. De hecho, mientras los antropólogos continúan estudiando estas culturas andinas, amazónicas o africanas, los ecólogos constatan las estrechas y complejas relaciones entre todos los seres vivos, y los sanitarios desarrollan programas de salud planetaria, los legisladores y políticos comienzan a trasponer leyes y directivas para reconducir nuestra relación con la naturaleza. Una relación que en palabras del Secretario General de las Naciones Unidas es una “relación tóxica”
Una forma de ensayar nuevas fórmulas dentro de participación política es la democracia directa, en la que los ciudadanos conectan directamente con el órgano legislativo. Hablaremos de dos, las iniciativas legislativas populares y las asambleas ciudadanas. Ambas están siendo empleadas para traducir la preocupación por la degradación ambiental en leyes, sin esperar a que los representantes políticos encuentren el momento apropiado en sus ocupadas agendas.
Una iniciativa legislativa popular (ILP) o iniciativa popular o ciudadana es un mecanismo de democracia directa, amparado en la Constitución, por el cual las personas pueden presentar iniciativas de ley, sin ser representantes populares en sus respectivos congresos. Dichas iniciativas de ley deben estar avaladas por medio millón de firmas para que se puedan tomar en cuenta por la cámara legislativa. Entre las ILPs con un significado ambiental destaca la que busca conferir entidad jurídica propia al Mar Menor. Esta ILP tiene tres aspectos importantes.
El primero es denunciar el grave deterioro ambiental del Mar Menor (Murcia) y elevar el grado de protección. El segundo es conferir plenos derechos a este espacio natural. Del mismo modo que muchos pueblos originarios o las propias mujeres han carecido de derechos propios plenos hasta fechas muy recientes, las plantas, los animales, los espacios naturales y la “madre naturaleza” o “pachamama” tampoco han sido considerados entidades jurídicas hasta que algunos países andinos como Ecuador o Colombia lo han incluido en sus constituciones o los rios Waganui en Nueva Zelanda o el Ganges en la India han sentado precedentes con esta fórmula de reconocimiento de igualdad con la naturaleza. Por tanto, el tercer objetivo es ensayar esta fórmula en Europa e ir viendo las implicaciones prácticas a la hora de detener nuestra relación tóxica con la naturaleza.
Otra forma de democracia directa son las asambleas ciudadanas, que actualmente se están desarrollando en Europa y en el mundo ante la amenaza del cambio climático. Las asambleas ciudadanas de cambio climático funcionan como un “un jurado popular”, capaz de debatir y adoptar sus propias resoluciones. Están formadas por unas 100 a 150 personas elegidas por sorteo para reproducir fielmente el perfil de la ciudadanía del país.
La participación real de la ciudadanía es necesaria para completar y estabilizar la democracia, algo especialmente frágil a nivel mundial en el contexto actual de profunda crisis ambiental. Algo que requiere de un cambio real en nuestra cosmovisión.
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( votes)Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
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