Estás aqui -> Inicio » En mi tiempo libre » El viento en la cara » Breve historia de un arnés viejo

Hay objetos que te despistan: ¿Qué hace esto aquí? ¿de dónde lo habré sacado? Hay objetos que evocan situaciones casi olvidadas: ¡Anda, pero si esto es de cuando yo estaba haciendo…! Y hay objetos que te suscitan emociones encontradas: ¡Que mal debía estar de dinero para comprarme algo tan cutre! ¿Cómo puede tener algo este acabado tan rudimentario? ¡Aunque ahora que lo miro bien, es tan viejo que ya es antiguo!… y te sonries.

El otro día rebuscando en los armarios del garaje el material para podernos ir a volar cometas y hacer kitesurf en un embalse, me encontré este “antiguo” arnés.

Debía tener más de quince años, posiblemente veinte. Ni me acordaba de que lo tenía. Pero me hacía mucha falta porque nos íbamos al agua mis dos hijos y yo, y solo tenía dos arneses en uso… ¿Para qué lo compraría? ¿A quién?

El arnés en cuestión no podía ser más simple y estar más desgastado. Incluso un poco roto. Empecé a hacer memoria mientras lo miraba por delante y por detrás y le daba vueltas en las manos. Lo compré de segunda mano, claro. Yo apenas lo he usado y aquello tenia mucho uso. Lo tuve que comprar a través de un viejo foro de cometas que hace años que ya no visito. Debí pagar por el una miseria. Lo compré, ahora me estaba acordando, para usarlo con el buggy. Un arnés sencillo, pequeño, de los de asiento, que al agarrarse también por las piernas no se te suben hasta el sobaco cuando la cometa tira del gancho metálico al que la atas.

Era una época de pruebas, de aprender, de gastar dinero, poco, pero de gastarlo en cosas a modo de experimento sin saber muy bien si me iría bien o si sería lo que yo necesitaba. El buggy acababa de llegar, y algunos amigos me enseñaron a montarlo y compartieron los trucos básicos para pilotarlo y rodar con el empujado por el viento. Empecé con las cometas que llamábamos de brida fija, las que no llevaban una barra con la que regular su potencia. Esas cometas se agarran con un mando en cada mano. Tiras de la derecha, la cometa va a la derecha. Tiras de la izquierda, la cometa va a la izquierda. Simple. Pero eso no es todo. En la parte de abajo de cada mando se ata una línea de potencia. Si tiras hacia ti del mando, tensas esa línea y la cometa gana potencia. ¡Y ya lo creo que gana potencia! Necesitas un arnés para sujetar un poco esos mandos ya que a los pocos minutos las manos se quedan sin apenas fuerza para seguir pilotando si agarras directamente la cometa a través de aquellos mandos.

La idea es unir los dos mandos entre sí con una cuerda y pasar esa cuerda por el gancho del arnés. Así descargas la mayor parte de la fuerza de la cometa sobre el arnés (y este sobre tu cintura) y dejas las manos bastante libres para pilotarla. Pero aquello tiene su truco, y cuando la cometa tira demasiado u ocurre algún problema no siempre logras sacar aquella cuerda del arnés a tiempo y sufres lo que se conoce como una “sacada”. La cometa te levanta y te arrastra como un muñeco sin que puedas evitarlo. Apenas puedes ver cómo y dónde aterrizas, pero el castañazo está asegurado.

Así que pronto desistí de esa modalidad de brida fija. Y aquel arnés con su gancho metálico entró en hibernación en el fondo del armario. Hasta el otro día, que al revisarlo pensé “Joder, esto me va a servir para el agua! Aquí puedo enganchar bien la cometa hinchable” Y así fue. El arnés salió de su sueño oscuro y seco en el armario a la luz, el agua y el viento de un largo día de verano haciendo kitesurf.

Medio roto y descosido como estaba, me fijé otra vez en sus cintas y descubrí que el dueño anterior, hace muchos años, había remplazado una cinta original por una de las que producía nuestro querido amigo Luis en Valladolid.

Luis, que igual te construye un ala delta que te repara unos esquíes o un parapente, tiene una fábrica-tienda que es su segundo hogar y el sueño de muchos, como yo, que disfrutaríamos ensamblando piezas e ideando soluciones mecánicas para pasarlo bien al aire libre. La tienda-fábrica de Luis se llama Windaction. El mismo nombre de la marca que se leía en esa cinta inusual del viejo arnés. Y el mismo nombre de la marca de mi buggy, que se lo compré al propio Luis hace mucho, mucho tiempo.

¡Que vueltas de la vida!

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Fenando Valladares

Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.

Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.