En la biosfera, en esa fina capa de vida que rodea al planeta Tierra, ya no predomina la vida. La masa de lo artificial, la “antropomasa” ya supera a la masa de lo natural, la biomasa. Y una gran parte de esa antropomasa está compuesta por los plásticos. Para hacernos una idea, los plásticos en todo el mundo representan 8 gigatoneladas, el doble de masa de todos los animales que pueblan el planeta.
Desde hace algunos años estamos ganando conciencia de haber llenado la tierra y el mar de plásticos. Sabemos que hay plásticos hasta en las cumbres del Himalaya, en el desierto del Sahara, en la Antártida, en los fondos marinos abisales y también en nuestros intestinos y en todas nuestras vísceras y órganos. Por su injerencia en el medio ambiente y en su funcionamiento a gran escala, los micro y nanoplásticos, esas pequeñas partículas que se producen por la degradación de todos los desperdicios plásticos, se han convertido en un motor de cambio ambiental global por derecho propio.
Lo mas importante de los microplásticos, y que la ciencia ya está empezando a comprender, es que afectan y mucho a los procesos ecológicos clave del planeta de los que depende la vida. Incluso la nuestra. Sabemos que alteran la dinámica y fertilidad de los suelos, el crecimiento de plantas y microorganismos, y numerosas interacciones biológicas como las de planta-polinizador, además de la fisiología y el crecimiento de plantas y animales. Según el tamaño de la partícula predominan efectos físicos o químicos, y alteran procesos a escalas diferentes desde el ecosistema a la célula.
Los microplásticos en el suelo alteran procesos clave en la relación planta-suelo, inmovilizan importantes nutrientes que dejan de estar disponibles para las plantas, llegan a disminuir la producción primaria, e incluso impactan la composición y la dinámica de las comunidades vegetales. Los plásticos más finos (nanoplásticos) son tóxicos para las raíces y para los microorganismos del suelo.
Se demostró por primera vez en 2017 la transferencia de microplásticos en la cadena trófica terrestre. Se vio experimentalmente como eran movilizados por lombrices en vertederos y jardines domésticos de México que no tenian ninguna gestión de los residuos. Las lombrices de tierra concentraron los microplásticos y los acumularon en sus característicos montones de humus. Aunque las gallinas en semilibertad toman plásticos directamente del suelo, los microplásticos de las gallinas procedían del humus de las lombrices. Las gallinas concentraron los microplásticos en órganos como las mollejas. Y las mollejas son un producto valioso de la gastronomía mexicana. Quedaba así también demostrado el paso de los peligrosos microplásticos a humanos a través de la cadena trófica.
Se han encontrado más de seis tipos diferentes de plásticos en todos los órganos internos del ser humano, incluyendo el cerebro. Estos nanoplasticos, que no solo entran con los alimentos sino directamente desde el aire por al bulbo olfativo hasta la sangre, provocan inflamaciones, alteran el funcionamiento de estos órganos y favorecen el desarrollo de tumores y distintas formas de cáncer.
Ahora sabemos que incluso los microplásticos con los que inundamos el mar, la tierra y la atmósfera afectan al clima. Esos pequeñísimos fragmentos de plástico que están suspendidos en la atmósfera alteran el balance energético del planeta, reflejando parte de la radiación solar y atrapando parte del calor, de forma análoga a lo que hacen las nubes. Su efecto en el clima es todavía pequeño, pero la simple constatación científica de este impacto de los plásticos en el clima nos da idea de la magnitud del problema ambiental, físico, social y económico que representan los plásticos.
Los problemas de los plásticos para la salud son muchos y muy diversos. Se ha demostrado recientemente que la exposición al plástico de muchos envases está relacionada con al menos el 34% de los problemas cognitivos en adolescentes. El Bisfenol A es uno de los constituyentes del plástico «policarbonato» que se utiliza en algunos envases alimentarios, y se sabe que este bisfenol A es un potente disruptor endocrino, es decir una sustancia que altera nuestro complejo y delicado balance de hormonas.
>Hay muchas iniciativas para eliminar el plástico de un solo uso y para recoger la basura de las costas, riberas de ríos, parques y bosques. Los plásticos en el medio natural no son solo un problema estético. Son un problema de salud y de los más apremiantes, así que hagamos todo lo posible por contrarrestar la omnipresencia del plástico en nuestras vidas. Nos va la vida en ello.
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( votes)Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
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