El valor curativo del buen humor. Seamos o no capaces de poner en practica todo lo que sabemos para ser más sanos y felices, no podemos olvidar uno de los remedios más antiguos, más baratos y a la vez más eficaces: el humor. En los años 70, Norman Cousins, redactor jefe de la revista Saturday Review, curó su propia enfermedad, en teoría incurable (espondilitis anquilosante, una degeneración de la columna vertebral), recetándose una dieta de películas y libros cómicos, y muchas carcajadas, acompañadas de grandes dosis de vitamina C. Dicen que lo tuvieron que echar del hospital porque los otros enfermos se quejaban de que no podían dormir por sus constantes y ruidosas risotadas. Norman Cousins descubrió con su propia enfermedad, que por cada diez minutos que reía estaba dos horas sin dolor. Cousins dejaría su trabajo en la revista para aliarse con varios médicos de la facultad de medicina de la Universidad de California en Los Ángeles y estudiar con ellos los mecanismos que le ayudaron a curarse. Juntos encontraron que las actitudes positivas no son solamente estados de ánimo, sino realidades bioquímicas. Y, por supuesto, escribieron muchos libros de autocuración y del papel terapéutico del humor y la risa.
Numerosas investigaciones médicas han demostrado que el pánico, la depresión, el odio, la frustración, el estrés y el miedo, ejercen efectos negativos sobre la salud física de las personas. Aquello de que alguien te parte el corazón es totalmente real: se trata de una miocardiopatía conocida como el síndrome del corazón roto, causada por un fuerte estrés o una mala noticia que cursa con un fuerte dolor en el pecho parecido a un ataque cardíaco en el que una parte del corazón interrumpe la función habitual de bombeo de sangre; aunque algunas personas llegan a morir, el síndrome generalmente revierte en días o semanas. Pero ahora la ciencia se vuelca en entender mejor la situación contraria, en encontrar las pruebas y los mecanismos por los que la esperanza, la fe, el amor, la voluntad de vivir, el contar con objetivos, la risa y la predisposición al humor ayudan a combatir las enfermedades. La psiconeuroinmunología, una rama de la medicina que aborda la interacción entre el cerebro, el sistema endocrino y el sistema inmunológico, está ya pudiendo explicar cómo y por qué los pacientes comprometidos en pensar en positivo y en reírse a menudo se curan más y más rápido de diversos cánceres y otras enfermedades graves.
La risa es la versión más física del humor. La risa nos provoca un aumento inmediato de la frecuencia cardiaca y la presión arterial, pero a largo plazo nos reduce ambos parámetros tanto o más que la actividad física regular. Reírnos estimula el diafragma, aumenta la capacidad pulmonar y mejora la respiración, además de activar centenares de músculos de la cara y del tronco. La risa mejora la calidad del sueño, baja los niveles en sangre de cortisol (la principal hormona del estrés), de adrenalina y epinefrina y sube nuestra adorada dopamina. Reír aumenta los niveles de inmunoglobulina A y de los linfocitos NK (del inglés natural killer) lo cual refuerza nuestro sistema inmunitario. Las carcajadas liberan endorfinas y serotonina, dos tipos de hormonas que tienen un componente analgésico y permiten por tanto mitigar el dolor. No es ninguna frivolidad que los payasos visiten a los niños que están en el hospital ni tampoco que los adultos hagamos de vez en cuando alguna payasada. Es puro tratamiento sanitario.
Si no nos sale natural eso de reírnos mucho, basta con sonreír. Sonreír refuerza la positividad propia y de quien nos ve, y replica buena parte de los efectos beneficiosos de la risa en nuestro organismo. Y si ni siquiera somos de sonreír con frecuencia, consideremos, muy seriamente, la risoterapia.
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( votes)Aprender y enseñar forman un círculo virtuoso del que obtengo energía y motivación para los proyectos más ambiciosos y disparatados.
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